jueves, 1 de noviembre de 2012

Periodismo digital ¿Fin del fotoperiodismo?


En esta era de redes sociales y uso indiscriminado de la tecnología digital, algunas personas han augurado la muerte del fotoperiodismo. Los discursos fatalistas siempre encontrarán un público dispuesto a escuchar, un público que en ocasiones se niega a reflexionar sobre la validez de esos presupuestos. En su Estética, Hegel escribió sobre el fin del arte, Arthur Danto continuó la idea aproximadamente más de ochenta décadas después del filósofo germano. Ambas propuestas son muy discutidas aún en el ámbito del arte, y hoy, rodeados de smart phones, tablets, redes sociales y cámaras para foto fija y video se nos habla de la muerte del fotoperiodismo. ¿La supuesta muerte del fotoperiodismo en la era digital se reduce a la aparición de los novedosos artefactos? ¿Esta muerte se debe a nuestra forma de relacionarnos con la imagen? ¿El usuario es responsable de esta muerte? ¿Desde qué disciplinas se puede reflexionar sobre este asunto?
En lo personal no creo que pueda hablarse de la “muerte del fotoperiodismo” sin pensar en la crisis que viven los propios medios de información, crisis de credibilidad, crisis de ventas, crisis de historias, donde se siguen privilegiando a las celebridades por encima de las necesidades informativas del lector común. ¿Quién se identifica con muchas de las noticias de hoy?
Asimismo, qué duda cabe, Internet nos obliga a mirar las cosas de otra manera. La foto fija ya no es suficiente, el discurso visual va acompañado de audio, video. El reportero gráfico, hoy más que nunca, está obligado a crear historias, a narrar. No basta ya una imagen única. Es decir, la fotografía se ha diluido en este ambiente multimedia, ya no es lo más importante.  
Además, hemos perdido esa ingenuidad respecto a la absoluta objetividad y referencialidad de la imagen fotográfica, presupuesto que le fue conferido como producto de su época, su maldición de ser considerada como vero icon, de acuerdo a Hans Belting, debido a su característica indicial, lo que la colocaba como una imagen transparente. No, ya no pensamos así la fotografía, y eso sí representa una crisis para este artefacto cultural. Vamos a seguir sobre este asunto y a pensar qué más ha cambiado en el ámbito de la fotografía de prensa.

miércoles, 17 de octubre de 2012

Fotografía y Revolución: mitos e íconos


 Las imágenes que fueron publicadas en esta entrada son reprografías de los libros Fotografiar la Revolución Mexicana, compromisos e íconos, de John Mraz, y Mirada y Memoria. Archivo fotográfico Casasola. México, 1900-1940 de Pablo Ortiz Monasterio.

A decir de algunos connotados investigadores como John Mraz, quizá uno de los conflictos bélicos que más se fotografiaron ha sido la Revolución Mexicana, lo cual arrojó como resultado la creación de diversos íconos que más tarde la historia oficial mitificó para crear toda una versión heróica que la la llamada Familia Revolucionaria utilizó para encumbrarse en el poder; se decían los herederos de la lucha de Zapata, Villa, Carranza y Madero.

Las fotografías del Archivo Casasola fueron los instrumentos para reforzar la ideología dominante del México Posrevolucionario. En el capítulo El mito de los Casasola, de su libro Fotografiar la Revolución Mexicana, compromisos e íconos, Mraz afirma que "para entender los muy variados papeles que desempeñaron los fotógrafos dentro de la Revolución Mexicana, tenemos que empezar por una reflexión crítica de lo que hemos aceptado como una verdad indiscutible, que el investigador Ignacio Gutiérrez resumía en pocas palabras: hasta la fecha se ha afirmado genéricamente que los Casasola son los fotógrafos de la Revolución Mexicana. Quizás no sería muy exagerado decir que los Casasola acapararon la fotografía de la lucha armada como el partido gobernante acaparó la Revolución misma.
 











"Así, la historia oficial inventaba a la Familia Revolucionaria para tapar el hecho de que la lucha armada se definió por la guerra entre revolucionarios, quienes luchaban entre sí hasta la muerte".



Es decir, en el libro Fotografiar la Revolución Mexicana, este investigador pone en entredicho que los míticos Hermanos Casasola hayan sido los autores de todas las imágenes que se encuentran en su archivo gráfico. Para Mraz es imposible que éstos hayan estado en todos los frentes de batalla; otro factor importante es que sólo dos de los hermanos tenía la edad suficiente como para manejar una cámara. Asimismo se han hallado varias reprografías -reproducciones fotográficas de imágenes y postales que ya habían sido publicadas en diarios y revistas de la época en el archivo de los Casasola-. Otro factor es la presencia de fotógrafos extranjeros en dicho conflicto bélico, tales como Hugo Brehme, autor de las mejores fotografías del general Emiliano Zapata, que en un tiempo se atribuyeron por error a los Casasola.

Sin dudarlo, muchas de estas imágenes se han convertido en verdaderos íconos de luchas sociales. De los cientos o miles de fotografías que forman parte del cuestionado archivo Casasola, sólo algunas han logrado encumbrarse hasta la altura del ícono popular. Tales fotografías son las del general Zapata, de Francisco Villa, la famosa Soldadera (a la cual se le ha quitado ese carácter mítico para afirmar que quizás era una cocinera o bien una prostituta, cosa que no agradó a mucha gente).

El último capítulo de su obra, Mraz  lo dedica precisamente a esos íconos que surgieron de la lucha armada y que transformaron el imaginario de los grupos sociales que eran asfixiados por la Familia Revolucionaria. De tal modo, Mraz estudia cómo esas fotografías de los héroes revolucionarios devinieron íconos de las mejores causas de la nación y además, sigue algunas de las transformaciones que han tenido éstos en épocas más recientes. Es decir, las causas populares se siguen apropiando de estas imágenes. Cabría la metáfora "la imagen es de quien la trabaja".

 Adelita, la mítica soldadera, que fue degradada


Para quien esté interesado en profundizar en el tema se recomiendan los libros Fotografiar la Revolución Mexicana, compromisos e íconos, de John Mraz, y Mirada y Memoria. Archivo fotográfico Casasola. México, 1900-1940 de Pablo Ortiz Monasterio.

Pd. Ya en una nota informativa del desaparecido diario El Independiente (13 de junio de 2003), el reportero Juan Manuel Gómez destacaba la opinión de John Mraz respecto a la necesidad de desmitificar el archivo Casasola. "Los constructores de la historia gráfica de la Nación son en realidad 483 fotógrafos a los que los míticos hermanos compraron o robaron sus imágenes", así de contundente y cierto.


miércoles, 19 de septiembre de 2012

La fotografía en México


Todas las fotografías pertenecen al Archivo Fotográfico Manuel Ramos, con excepción de la estampa de la Virgen con Maximiliano y Carlota,  las fotos de los emperadores que fueron captadas por Aubert, y la del General Díaz, de cuya autoría no tengo datos precisos.

De acuerdo a Oliver Debroise, la fotografía llegó a México en 1839. El invento que fue patentado en Francia a nombre de J. M. Daguerre fue traído a nuestro país por comerciantes franceses. En ese contexto histórico, llegaron muchos fotógrafos itinerantes, algunos de ellos invitados por el gobierno de Porfirio Díaz y otros atraídos por el "exotismo" de esta nación, cuyo gobernante deseaba llevar a la modernidad. Y la cámara fotográfica llegó como un producto mismo de la modernidad.



Archivo Fotográfico Manuel Ramos





De tal manera, tanto el general Díaz como miembros de su gabinete fueron los primeros mexicanos en posar para una cámara. El destacado investigador John Mraz indica que los daguerrotipos eran un artefacto sumamente caro para el bolsillo de la clase popular mexicana. En ese tiempo, cada daguerrotipo tenía un costo de 2 a 16 pesos. Una "ama de llaves" o una recamarera tenían un sueldo de 12 a 5 pesos respectivamente. Para 1857 había más de 2 millones de daguerrotipos en el país, es decir, el invento de Daguerre fue muy popular y desplazó a la pintura.









Sin embargo, de acuerdo a Mraz, la fotografía llegó a México cuando en 1847 las tropas norteamericanas invadieron el país. El ejército de Estados Unidos llegó acompañado de algunos fotógrafos que captaron en placas algunas de las imágenes que conocemos de esa invasión. Es decir, la primer fotografía de carácter bélico fue captada en México.


Asimismo, pone en duda que Porfirio Díaz haya sido la primer celebridad retratada en este país, pues de acuerdo a sus investigaciones, fueron Maximiliano y Carlota las primeras celebridades que fueron inmortalizadas por una cámara de daguerrotipo. Ambos comprendieron el poder de la imagen y la utilizaron para ser populares entre las clases acomadadas de este país. Aubert era el fotógrafo favorito de Maximiliano. La fotografía fue utilizada para legitimar la ocupación francesa, pues existe una estampa donde la Virgen de Guadalupe acompaña a "sus majestades". Ariel Arnal, de la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla, indica que esta imagen fue creada alrededor de 1865.







"La primera noticia que se tiene registrada de una imagen política en México es la del fotógrafo francés August Péraire en el año de 1865. En la imagen en cuestión, aparecen el emperador de México, Maximiliano I, y su esposa, la emperatriz Carlota, arro dillados frente a la imagen de la Virgen de Guadalupe.2 La significación es clara: dos representantes de la nobleza europea se mexicanizan por mediación de la máxima autoridad en " materia de nacionalidad", la propia Virgen Morena.3 El mensaje político resulta evidente: los emperadores Habsburgo son mexicanos porque defienden y representan los máximos valores que co nforman los principios fundadores de la mexicanidad; la religión católica y su particularización criolla en la antigua Nueva España, la Virgen de Guadalupe".


Por su parte, la oligarquía pudo ver su imagen mediante las llamadas Tarjetas de Visita, en las que se desarrolló el concepto de identidad individual, pero cubierta bajo un manto de "modernidad"; mientras que las clases populares fueron retratadas bajo el tamiz de lo folklórico, de lo exótico. Los pobres eran retratados "dignamente".

 

Para Mraz, muchas de las imágenes que observamos en las estampas fotográficas conocidas como Tipos Populares, eran modelos los que posaban para dar una idea pictórica de la gente de México. El porfiriato intentó desaparecer por todos los medios a los pobres. No eran retratados, no eran visibles ya que no iban de acuerdo al proyecto de Modernidad y progreso que impulsaba el porfiriato.


John Mraz destaca a Manuel Ramos, director de fotografía del diario El Imparcial, y a los Hermanos Valleto, como los fotógrafos del porfiriato. Posteriormente, la famosa "pax porfiriana" fue socavada por el movimiento revolucionario de 1910 iniciado por Francisco I. Madero. Al estallido de la Revolución, muchos fotógrafos que tenían su estudio en la ciudad de México, entre los que destacaba Hugo Brehme, padre de la fotografía moderna en México, se fueron a capturar las imágenes de las batallas en los distintos frentes. Brehme decidió irse con el Ejército de Emiliano Zapata, de hecho, se estima que éste es el autor de los célebres retratos del líder agrarista, y no los Hermanos Casasola, como se ha creído durante mucho tiempo.


jueves, 5 de julio de 2012

Sobre la guia para el Tercer Parcial

Estimados Alumnos,


Fotografía: Arturo Ávila Cano

La guía está publicada en la bitácora principal: imagoandphotography. Los temás, como saben, están publicados aqui, en esta bitácora dedicada al Fotoperiodismo.

Nos vemos mañana

Suerte

Arturo Ávila Cano

Fotoperiodismo mexicano contemporáneo

Desde hace algunos años, el fotoperiodismo mexicano ha logrado trascender su carácter local y ser reconocido en festivales y asociaciones de carácter internacional, como es el caso de la famosa fundación World Press Photo. 

Sin embargo, este proceso comenzó con la cobertura que fotógrafos como Pedro Meyer, Rodrigo Moya y Pedro Valtierra, llevaron a cabo durante la década de los ochenta del siglo pasado, en zonas que en esos instantes vivían conflictos derivados de la intervención norteamericana y la presión de la oligarquía en centroamérica, tales como Nicaragua, El Salvador y Venezuela. De alguna manera ellos son los precursores de estos nuevos fotógrafos, cuyo trabajo ya no sólo es valorado en nuestro país, sino que algunos de ellos lo realizan expresamente en sitios fuera de nuestras fronteras.

Daniel Aguilar, Carlos Cazalis y Fernando Brito, son los más detacados reporteros gráficos de nuestra historia contemporánea. El trabajo de ellos, como se mencionó líneas arriba, ha sido distinguido con diversos premios. El discurso visual de estos profesionales de la lente nos da cuenta de la gran calidad del trabajo gráfico de los actuales fotorreporteros mexicanos.

 Autor: Daniel Aguilar


Autor: Daniel Aguilar

El trabajo de Daniel Aguilar ha sido ampliamente reconocido tanto por la World Press Photo -en su edición de 2004- como por la monarquía española, que otorga año con año el reconocido Premio Rey de España a lo más destacado en el ámbito del ejercicio periodístico. Las impactantes fotografías que Aguilar captó durante el golpe de estado en Haiti, y años despúes, tras el terrible terremoto que padeció esa nación del Caribe, nos hablan del compromiso social y del vínculo que tiene este fotógrafo mexicano con ese país, el más pobre de América Latina, que ha sido azotado por desastres naturales y por aquellos causados por la mano del hombre. Sin embargo, Aguilar también tuvo una destacada cobertura en el contexto del conflicto magisterial que paralizó a la capital oaxaqueña durante 2006. La imagen que éste captó de un presunto ladrón, golpeado de modo salvaje y que fue atado a un poste, nos resume la tensión que se vivía en las calles del centro histórico de la capital oaxaqueña cuando ésta estaba en manos de la APPO. Daniel comenzó trabajando para el diario El Heraldo y más tarde para Excélsior, El Universal, y agencias internacionales como Reuters.


Cabe destacar que también Pedro Valtierra ha sido distinguido con el reconocimiento que otorgan los reyes de España, por su fotografía de aquellas mujeres chiapanecas que luchan en contra de soldados del ejército mexicano. Hay que recordar que Valtierra tiene amplia experiencia en el ámbito de la fotografía de prensa, pues viene trabajando desde 1977, cuando ingresó al diario UnomásUno; posteriormente pasó a la agencia ImagenLatina, que fundara Marco Antonio Cruz; a La Jornada, donde fungió como editor gráfico, de donde salió para fundar su Agencia y Revista Cuartoscuro. Valtierra ha recibico numerosos reconocimientos a lo largo de su trayectoria. En 2013, se publicó un libro donde el investigador Alberto Del Castillo, recoge gran parte del trabajo de este reportero gráfico, fundamental en la historia del fotoperiodismo mexicano moderno.

Pedro Valtierra con la imagen que se ha vuelto un ícono de la lucha indígena en América Latina

Por su parte, Carlos Cazalis también ha sido reconocido por la fundación World Press Photo, por su trabajo sobre las personas sin hogar en Sao Paolo, Brasil. Cazalis ganó el primer premio en la categoría de historias de vida cotidiana. El interés de Cazalis consiste en mostrar la inequidad de un sistema económico que resulta injusto para gran parte de la población mundial

 Autor: Carlos Cazalis

Autor: Carlos Cazalis


Fernando Brito es un reportero gráfico y editor del diario El Debate y trabaja en aquellas zonas donde el narcotráfico ha desplazado al poder del estado. Con su cámara Brito capta aquellas cruentas imágenes de la batalla que sostienen los distintos grupos de narcotraficantes en su lucha por las plazas del norte del país. Las imágenes de Brito son una extraña mezcla de paisajes bucólicos donde se cuestionan la idea romántica del paisaje y la idea sublime de la naturaleza del filósofo Immanuel Kant, para entregarnos otra clase de terror: la imagen de las personas ajusticiadas por los sicarios del narcotráfico, cuyos cuerpos son depositados en sitios que el fotógrafo utiliza para contextualizarlos y mediante un proceso de edición, crear una imagen que lo mismo nos atrae y nos repele.


Autor: Fernando Brito



miércoles, 13 de junio de 2012

La contribución de Pedro Meyer y Pedro Valtierra

Autorretrato de Pedro Meyer

Cuando se habla del fotoperiodismo contemporáneo en México, es preciso mencionar dos factores que han permitido el crecimiento de éste: El primero está relacionado con las luchas civiles que dieron como resultado la creación de medios independientes y críticos del gobierno. El diario UnomásUno (1977) y posteriormente La Jornada (1984) son reconocidos como los semilleros de grandes reporteros y fotógrafos. El otro factor es la gran contribución de dos figuras históricas como lo son Pedro Meyer y Pedro Valtierra.

Tanto Meyer como Valtierra han contribuido de manera decisiva al impulso y crecimiento del fotoperiodismo en México. En su momento, ambos participaron en grupos que buscaron el respeto por la fotografía documental y periodística. Meyer participó en la creación del Consejo Mexicano de Fotografía y fue el primero fotógrafo en impulsar el uso de las tecnologías digitales en México. Es creador de la reconocida revista ZoneZero y de la Fundación Pedro Meyer, donde se imparten talleres, conferencias y se llevan a cabo exposiciones y presentaciones de libros relacionados con la imagen fotográfica. Su trabajo y su opinión es ampliamente reconocida tanto en México como en el extranjero. Su obra ha sido expuesta en diversos sitios y ha sido reconocido con la beca Guggenheim.

Pedro Valtierra, director de Cuartoscuro


Fotografía captada por Pedro Valtierra en Chiapas y por la cual fue reconocido con el premio Príncipe de Asturias


Por su parte, Pedro Valtierra es estimado no sólo como un gran fotógrafo que nos ha legado imágenes memorables, sino además por el impulso a la fotografía de prensa a través de su agencia y revista Cuartoscuro. Su trabajo ha sido reconocido con el premio Príncipe de Asturias. 

martes, 29 de mayo de 2012

Recomendación: fotografía latinoamericana

Estimados alumnos,

Imagen captada en la mítica Comuna 13, de la ciudad de Medellín. Fotografía: Federico Ríos

Les recomiendo visitar el sitio electrónico del fotógrafo colombiano Federico Ríos, cuyo trabajo no sólo destaca por contener una estética visual donde se observa una búsqueda meditada de la composición de la imagen, sino, y como debe ser labor del repotero gráfico, por los temas de índole social que aborda en su trabajo.  De tal modo, naveguen por el sitio de este destacado fotógrafo y comenten sobre la labor de Federico en su propia bitácora.

Aqui mismo les publico la nota que acompañó a esta imagen para que le den una buenay meditada lectura:

Arriba en la Comuna 13, la guerra está que arde. Sin embargo, hay quienes tienen otros planes. Historia de un ejército rebelde.

Arriba la cosa está caliente. Más de veinticinco grados y Brooklyn no se ha despegado de nosotros. Vigila, echa ojo, está atento. Su misión es la de guiarnos al lugar de operaciones de Jhon Jaime Sánchez por esas calles ahogadas, levantadas entre el polvo y la escasez. Sabemos poco de Jhon Jaime, tan solo que es el líder de un ‘combo’ y que nos espera con todo un arsenal. Brooklyn no ha dicho mucho pero sugiere que allá, donde los techos sirven de tendederos y los ladrillos hacen formas irregulares que parecen casas, Jhon Jaime y sus pelaos están haciendo ruido, disparando al aire. El asunto es serio. Hay que apurar el paso porque lo suponemos, hay rumores: arriba, en el barrio Nuevos Conquistadores de la Comuna 13, el ánimo está caldeado, caliente. Muy caliente.
Brooklyn custodia pero no es solo el mensajero. El chico de piel mestiza y ropas anchas es otro de los duros: pertenece a una organización a la que llaman La Élite, en donde tiene inscrito su parche personal, Zinagoga, que pronuncia con la zeta marcada como si tuviera la lengua afilada. Así, menudito y de alias extranjero, el tipo tiene balas de alto calibre y dice ser infalible con ellas. Un tirador de los mejores. Se muere por usarlas, amenaza, va de aquí para allá alzando la voz para que nosotros, los forasteros, nos enteremos de que él no es solo el de “las vueltas”. Quiere descargarnos toda la munición que trae encima.

Algunas horas después saldríamos heridos de la 13.
....
La tropa de Jhon Jaime está conformada por guerreros de piel oscura. Uno de los más pequeños es ‘Bombi’, de apenas 14, que llega todos los días a SonBatá, el nombre de este fortín, a pulir su puntería: es clarinetista y bailarín, y eso le basta para convertirse en un buen soldado. Un escolta de la vida. Uno menos para la guerra de la 13.

Bajo el alias de ‘Bombi’, Nelson Córdoba es uno de los primeros que se lanzan a la calle a emitir sus ráfagas de hip hop y chirimía. Sus balazos no amenazan. No temen, no callan. Encienden, eso sí, porque si en la prensa del día el titular es que allá en la 13 la cosa está caliente, calentura es lo que da.
En la calle, al ojo y al oído de todo el barrio, dos parlantes amplifican el sonido de la resistencia. “Si mi comuna suena y en sus entrañas lleva afro hip hop colombiano… siente la diferencia de nuestro color oscuro… África, Colombia, revolución…”, cantan los guerreros. Congas, redoblantes, tamboras alegres, platillos y un clarinete se unen en un ritmo negro, tradicional y agitado, que suelta todo su veneno al aire libre. Un tornamesa y un mezclador le dan pista a un sueño de supervivencia y la gente de la comuna baila, la gente de la comuna canta.

‘Bombi’ sonríe, siempre sonríe. Es parte de una corporación, una red, un colectivo. Allá arriba se deben buscar sinónimos porque el uso de la palabra “combo” en Medellín es exclusivo para los malandros, los pillos. SonBatá es un combo, sí, pero de la vida. Cargado de municiones, su arma es una sola: música al rojo vivo.

Los otros combos, los de la muerte, los que ahora hacen famosa a la Comuna 13 con sus proyectiles de miedo, tienen entre sus filas a pelaos casi de la misma edad de Nelson. Él lo sabe. La guerra en esta comuna es un juego de niños. Niños y adolescentes que estas y otras bandas dotan de armas para que se trinen de techo a techo a ver de quién es el territorio. “Las ráfagas van y vienen”, dicen los muchachos, acostumbrados. “Se matan entre ellos”.

Como lo reportó el mes pasado la Personería de Medellín en un informe de la Unidad de Derechos Humanos, “los grupos armados ilegales están conformados cada vez por más niños, niñas y adolescentes, ya que son más fácilmente influenciables y porque no generan mayores costos de sostenimiento económico para las agrupaciones”. Por su parte, las cifras del Instituto de Medicina Legal confirman que los menores son la población más vulnerable en la actual guerra de grupos ilegales que se disputan el respeto y esas fronteras invisibles que ellos mismos han trazado. Según el Instituto, el número de niños, niñas y adolescentes víctimas de homicidio en Medellín durante los tres primeros meses del 2010 fue de 50, mientras que en el 2009 en este mismo período fueron 21.

Muchos mueren antes de cumplir siquiera 17. Es la condena habitual, como lo asimila Jhon Jaime. En las calles de El Salado, Las Independencias, La Quiebra o Nuevos Conquistadores, su barrio, “el referente más cercano que tienen los jóvenes y los niños es el de alguien con un arma en la mano. Es la imagen de la muerte y la desesperanza. Es la desigualdad social. Es no tener oportunidades ni qué comer en la casa”. Por eso él, un joven de voz poderosa, hábil con el saxo y el clarinete, decidió armar su propia guerra y reclutar a algunos soñadores: “SonBatá es una respuesta musical, filosófica e ideológica a un barrio, a una comunidad donde es más fácil tener un arma que un instrumento musical, en donde es casi imposible fantasear con ser un gran artista”.

A su escuela de formación acuden hoy más de cien fugados de la guerra. Todos llegan allí con soledades profundas. Con preguntas. Desarraigados y llenos de miedo. Sin embargo, en esa casa calurosa y pequeñita donde se reúnen hay alegría. Allí, unos bailan, otros se entregan al bajo o a la guitarra, otros rapean y unos más osados le jalan a la música tradicional. Encontraron la salida. Como dice Jhon Jaime: “La respuesta es sí: se puede ser artista, se puede ser grande. Se puede soñar”.
Jhon tiene 25 años y lleva seis enseñando, replicando aquello que aprendió en un diplomado de formación cultural juvenil que, asegura, le cambió la vida. “La guerra aquí tuvo su mayor apogeo en el 2002. Era brutalsísima. Veíamos jóvenes muertos todos los días. Era un gran círculo vicioso, porque es a ellos a los que mandan a matar y son ellos los que matan. ¿Cuándo iba a parar? Esa era nuestra pregunta de todos los días. Así que decidimos tomar las cosas por cuenta propia y sacar a los que más pudiéramos de esa guerra. Nuestra meta era que dejaran de disparar”.

Nelson, el único clarinetista de la orquesta, sonríe. En su pecho hay esperanza. Por eso toca como si el aire en sus pulmones fuera inagotable. Toca para que lo escuchen aquellos que han vuelto a manchar de negro la comuna. Toca para que el luto que ronda sus cuadras no le toque a él también la vida.
...
Su nombre honra al condado de Nueva York: Brooklyn, “Ciudad de Reyes”. No por el rey Carlos II de Inglaterra al que debe su nombre, sino por aquellos hombres de raza negra y voces como cañonazos que nacieron en ese barrio norteamericano: los raperos, los dioses del fraseo gringo que se le revelaron a este Brooklyn paisa cuando era apenas un niño. Y sí, aunque tiene pocas alhajas, él bien podría ser un rey. Pero sabe que los reinados en la 13 suelen durar poco. Eligió entonces ser un príncipe de nombre pomposo y soltar todos sus cartuchos en la 13. Y es lo que hace por fin, comenzar a disparar su letal fraseo, antes de revelarnos cómo y por qué la música lo redimió.

Este rapero de 26 años, militante de esa red de artistas y formadores que tiene acción en toda la comuna, la Élite Hip Hop, se considera un ejemplo en un millón. “Todos los de mi parche ya están muertos o viven en la calle. Lo que a mí realmente me salvó es que siempre tuve un sueño: grabar una canción”. Y la grabó, como ha grabado muchas con su Zinagoga Crew, el grupo que formó en el 2003 y con el que luego se alió a la red, porque su historia resumía la de un olvidado. Uno como tantos otros allá en la comuna: llenos de sueños pero al fin de cuentas abandonados.
Brooklyn dice que para nadie es un secreto que el rap permite pronunciarse políticamente y denunciar los acosos que vive la población, en este caso la suya, la 13. Por eso sus letras están heridas, son amargas: “Trece… los niños aprendiendo lo único que hay, disparar. Puedes ver cuántos hemos perdido de nuestro lado… lágrimas que rostros manchan. Tumbas marcadas por el fuego, negadas”. En esta Tierra de nadie, como tituló su canción, aún vive el fantasma de la Operación Orión. Ese oscuro episodio al que Brooklyn sobrevivió.
...
Nadie parece comprender por qué los días normales en esos barrios eran días de luto. Nadie sabe con certeza cuántos fueron los heridos y los torturados. Cuántos los silenciados y los desaparecidos. “Nadie sabe qué se siente hasta que sucede”, dice el castigo lírico del C.E.A., el Comando Élite de Ataque, una de las agrupaciones precursoras del hip hop en la Comuna 13 y fundadora de la Élite, recordando aquel capítulo que manchó de rojo la montaña, la loma que hoy cubre con polvo la sangre de los muertos. De los cadáveres sin nombre que fueron enterrados en fosas comunes.
Los sobrevivientes nombraron aquel año, el 2002, como el ‘Año de la guerra total’ en la Comuna 13. “Los niños se acostumbraron a ver muertos”, recuerda Jhon Jaime. Pero ese dolor que cargan desde hace casi ocho años los habitantes de esta tierra no ha cedido, no ha cambiado. Ellos lo llevan y lo recuerdan, porque es lo único que les permite ser imbatibles.

El Comandante Cronos, otro de los líderes acorazados de la 13, rapero del C.E.A., también lo lleva y lo recuerda. Y por eso, quizá, lo canta: “Sobreviviendo en el barrio donde se escuchan disparos, donde se muere la gente por culpa de algunos cuantos. El terror en mi comuna hizo parte del pasado. Son amargos recuerdos, corazones afectados”. Como el de Brooklyn, su canto fue motivado por la Operación Orión: “Fue mi inspiración sobrevivir en aquella tierra; comunas como la 13 son sinónimo de guerra”.

Fueron cuatro días en los que reinó el horror. Aún atrincherados bajo sus camas, los civiles caían. Tras largas horas de combates, salieron a sus ventanas y techos con sábanas y camisetas blancas a pedir que cesaran, que entre las balas de la guerrilla y las Fuerzas Militares gente indefensa moría. Así lo recuerdan Jhon Jaime y Cronos: en ese intento del Estado por quitarles la hegemonía a las milicias urbanas, la comuna quedó otra vez marcada, vista por el mundo como un campo de guerra. Nunca llegó la paz. En vez de eso, las calles estaban otra vez malditas, inundadas de desesperanza.
Aquel ataque militar que buscaba restituir el orden exacerbó el miedo y dejó el camino libre para que un ‘don’ entrara y gobernara: Diego Fernando Murillo, ‘Don Berna’, jefe del bloque paramilitar Cacique Nutibara. Así lo denunciaron muchas organizaciones de Derechos Humanos y lo hizo Adriana Arboleda, de la Corporación Jurídica Libertad, en el documental sobre el drama de las desapariciones que sobrevinieron a la Operación Orión, Desenterrando la verdad: “Durante la operación y posterior a ella, hubo una intencionalidad de la Fuerza Pública por garantizar el accionar paramilitar en la zona (…) Teníamos 12 bases militares del Ejército, de la Policía, patrullaje constante, presencia de inteligencia militar y, sin embargo, ¿cómo se puede explicar que se expandiera el bloque Cacique Nutibara por toda la zona? Ahí hubo una connivencia y un trabajo conjunto entre la Fuerza Pública y los paramilitares”. Una versión que confirmó el mismo ‘Don Berna’ ante la Corte del Distrito Sur de New York en marzo de 2009, luego de su desmovilización y posterior extradición a Estados Unidos: “Las fuerzas de autodefensa llegaron a la Comuna 13 como parte de la alianza con la Cuarta Brigada, incluyendo a los generales Mario Montoya, del Ejército, y Leonardo Gallego, de la Policía”. Hasta hoy, las versiones del don, así como las de las ONG de Derechos Humanos, han sido negadas reiteradamente por el Gobierno.

Sin embargo, dicen los vecinos que después de Orión, los ‘paras’ ajusticiaron a todo aquel que, según ellos, trataba con la guerrilla. De repente los barrios estaban llenos de enemigos… y de silencio. ‘Don Berna’ declaró que durante los meses posteriores fueron más de cien los asesinatos selectivos, las desapariciones forzadas, las víctimas desmembradas. El bloque Nutibara enterró a los muertos en las laderas de la propia comuna, bajo basura y tierra, en una tenebrosa fosa común a la que allá arriba todos conocen como La Escombrera.
De muchos desaparecidos no se sabe nada todavía.
...
A muchos los amilanó el plomo y las condenas a muerte. Pero no a ellos. “La red Élite Hip Hop se conformó en medio de operaciones militares (Orión y Mariscal) sin precedente alguno en el país porque tuvieron implícita la participación de la Fuerza Pública, los paramilitares, la Policía y la guerrilla. Una situación que desencadenó un sinnúmero de violaciones de Derechos Humanos a la población civil, el irrespeto al Derecho Internacional Humanitario y la estigmatización social hacia la población de la Comuna 13”.

Ese es el manifiesto de guerra de las 23 agrupaciones que integran la red, entre ellas Comando Élite de Ataque, Zinagoga y C15. Un impulso para armarse y combatir, como lo afirma Jeihhco Castaño, uno de los gestores culturales más pesados de la 13 y cabecilla innegable de la Élite: “Sabemos que nuestras canciones suenan más fuerte que el tronar de los cañones. Cada rapeo opaca el ‘bum’ de una granada. Por eso nos resistimos a sentir que una bala es más poderosa que un sueño. Nuestro ejército es valeroso y nuestras armas no fallan: un lápiz, un micrófono, un aerosol, un tornamesa y un sinfín de argumentos que nos impiden decaer, que nos impiden rendirnos”.

Los briosos de la red Élite Hip Hop conocen los muertos pero no el silencio. Ellos han sentido el enojo, las bombas y el acorralamiento de esa guerra política de hace unos años, y lo viven hoy cuando los ilegales matan y se matan por el territorio. Así que tienen clara su misión de rescate: “Hemos puesto a muchos jóvenes a escuchar y a hacer hip hop. Descubrimos que es una opción de vida. El rap, el grafiti o el break les dan a los jóvenes coraje y tolerancia. Aunque algunos todavía siguen confundidos, estamos regando nuestras ganas de vivir y nuestro deseo de ser libres sin chocar con los derechos del otro”, afirma Cronos.

La música se convirtió en la 13 en una gran revolución, en una Revolución sin Muertos, como nombró la Élite a su festival de hip hop, ese mismo que conmemora esas fechas dolorosas para la comuna, para la ciudad. “Se perdieron muchas vidas civiles y militares, y por eso quisimos hacer una revolución pacífica desde la música y sembrar conciencia”, asegura el Comandante. Para Jeihhco, el festival es “una oportunidad de comunicar la realidad de la Comuna 13, de proyectar a los hoppers como actores de un conflicto y no como seres neutrales. Nosotros, con este festival, somos voceros de realidades”.

Los raperos de la 13 dicen que todos han llorado. Todos han perdido a alguien. El año pasado mataron a Kolacho, de apenas 20 años, amigo entrañable de Jeihhco y escritor de sueños en la agrupación C15. Jeihhco no oculta su dolor ni su rabia, pero rápidamente se repone, pues asegura que aunque no puede siquiera enumerar todo lo que la violencia le ha robado, le agradece a esa dama oscura y asesina por haberle quitado también el miedo: “La violencia ha hecho que digamos que sí somos capaces de afrontarla y resistir, porque la música es nuestro escudo, nuestra espada. Los violentos tienen otras armas pero nuestro fuego no quema cuero, no quema piel. Nuestro fuego es la música y la música quema corazones”.

Para muchos extranjeros, la noche en la Comuna 13 de Medellín es sinónimo de miedo. Dicen que de esas lomas siempre se baja herido, y a nosotros, antes de que se volviera todo negro, ya nos habían pegado varios tiros a quemarropa. Brooklyn, Jhon Jaime, Jeihhco y Cronos nos dieron con todo su coraje. Sin embargo, aún faltaba un último cartucho.

Nelson, el peladito de 14 que ya había usado su clarinete para demostrar que era hábil con el ritmo, quería dejar claro que también sabía bailar. Así que se montó en el techo de la casa de SonBatá con uno de sus compañeros, pidió pista al dj y bailó. Bailó como si estuviera en un gran escenario y su público fueran miles.

Pero lo único que se veía desde aquel techo era la carencia. Esas calles polvorientas, profanadas por el odio y enlutadas por la sangre de las víctimas. Esas casas armadas con desidia en donde habitan los fantasmas de los desaparecidos. Esos barrios en donde la muerte ha sido pan de cada día.
Allá, en medio de tantísimo dolor, ‘Bombi’ bailaba a la luz de la tarde caída.

Y todavía le brillaba la sonrisa.

Construyendo una nueva narrativa




Para ir construyendo una narrativa con nuestras imágenes, es preciso atender el trabajo del fotógrafo norteamericano Marcus Bleasdale, quien se enfoca en temas sociales de gran impacto y utiliza las nuevas tecnologías para construir sus relatos. De tal modo, ustedes pueden observar la reunión de la fuerza informativa y estética de las imágenes de este autor, junto con el sonido ambiente y las entrevistas, todo ello nos da como resultado la animación de un tema de carácter periodístico, con una gran fuerza narrativa, donde lo visual y lo auditivo se dan la mano. De tal suerte, tomen como ejemplo el trabajo de este fotógrafo para construir sus propios documentales.

viernes, 18 de mayo de 2012

Historia del Fotoperiodismo en México

La historia de la fotografía de prensa en México está ligada al desarrollo de la industria periodística. Tras el periodo revolucionario, en las primeras décadas los reporteros gráficos que vendían sus imágenes a la agencia de los Hermanos Casasola, fundada en 1911, se encargaron de documentar la creación del estado moderno con sus instituciones políticas y sociales, además de las traiciones entre los diversos grupos que detentaban el poder político. Al igual que la llamada paz porfiriana exigió en su momento la adhesión incondicional de los medios de información, el estado revolucionario pronto demandó lo mismo. La prensa industrial se plegó a las demandas de los gobiernos en turno y la disidencia sólo se podía observar en las publicaciones marginales.


Al irse creando las instituciones políticas y sociales del méxico posrevolucionario el estado demandó una iconografía que le permitiera vincularse con las demandas de los líderes de la revolución. De tal modo, el partido en el poder y los políticos en turno comenzaron a utilizar las imágenes de Madero, Carranza, Villa y Zapata -principalmente-, para que la gente los relacionara con los más altas aspiraciones de la lucha social.


Durante las primeras tres décadas del siglo XX, los reporteros gráficos, comandados por los Hermanos Casasola, captaron el panorama de la construcción del estado moderno. En 1936, los Hermanos Mayo, exiliados españoles, llegaron a modernizar la actividad periodística tanto en técnica como en composición. Sus tomas son fundamentales para comprender la cuarta y quinta década del siglo XX en México.


Tras ese periodo, las figuras de Héctor García y Nacho López dominan el escenario de la fotografía de prensa, por medio de su compromiso social y sus construcciones visuales. De Héctor García son memorables las gráficas del conflicto ferrocarrilero de 1959 y de Tlatelolco en 1968. El niño en el vientre de concreto es otra de sus imágenes memorables, y daba cuenta del abandono de los infantes que llegaban a vivir a la ciudad de México.  Por su parte, Nacho López comenzó a crear composiciones que daban cuenta de la posibilidad creativa del artefacto fotográfico. La serie Venus se va de juerga, es un gran ejemplo de su búsqueda creativa. 


 Fotografía: Héctor García
 
Serie La Venus se va de juerga, de Nacho López

Héctor García y Nacho López fueron los dos grandes paradigmas bajo los cuales se formaron los reporteros gráficos de la década de los sesenta. Entre ellos se debe mencionar a Rodrigo Moya y a Pedro Meyer, posteriormente vino Pedro Valtierra y el grupo de fotógrafos que trabajaron en el diario UnomásUno y posteriormente en La Jornada, donde destacó la presencia de Frida Hartz, Elsa Medina y Raúl Ortega, entre otros. 




 Fotografía: Elsa Medina

 Fotografía: Elsa Medina

 Frida Hartz, fundadora del diario La Jornada

Podemos afirmar que fue en los diarios UnomásUno y posteriormente en La Jornada donde se forjaron muchos de los grandes fotógrafos de prensa con los que contamos actualmente. Muchos de ellos hicieron la cobertura gráfica de eventos que marcaron al país. La década que va de 1984 a 1994 fue de grandes acontecimientos, de tragedias, de insurrecciones sociales y políticas, tales como la explosión de la gasera en San Juanico, el terremoto de 1985, el nacimiento del Frente Democrático Nacional, en 1988, el sexenio de Salinas de Gortari y el fin del partido único y el surgimiento del EZLN en Chiapas. Todos esos acontecimientos fueron objeto de la cobertura de estos fotógrafos y muchos ellos nos legaron imágenes memorables que dan cuenta de las luchas cívicas del pueblo mexicano.


Fotografía: Raúl Ortega

 Fotografía: Raúl Ortega
 

lunes, 23 de abril de 2012

Aridjis y Goded, la mirada de dos grandes documentalistas

En esta entrada les publico algunas imágenes de dos destacadas documentalistas, ambas mexicanas. Cualquier estudio serio de la fotografia mexicana tiene como obligación abordar la aportación de las mujeres en el desarrollo del fotoperiodismo y del trabajo documental. El trabajo visual desarrollado por Tina Modotti, Lola Álvarez Bravo, Graciela Iturbide, Flor Garduño es el antecedente de las nuevas generaciones de fotógrafas como Maya Goded, Patricia Aridjis, Daniela Edburg, Dulce Pinzón y Lizeth Arauz, entre otras destacadas exponentes.

Las primeras fotografías pertenecen al documental que Maya Goded elaboró con las prostitutas del barrio de la Soledad en la Merced. Para elaborar este documento visual Maya convivió con estas mujeres, las escuchó, conoció de cerca sus carencias, sus preocupaciones; no las juzgó, no es el papel del documentalista. En las imágenes se observa cierta empatía con los personajes.



Horas Negras, obra gráfica donde se documenta la vida de las reclusas, fue un trabajo elaborado por Patricia Aridjis. Ella acudió por años al penal femenil para captar el día a día de estas mujeres. Aqui también se observa la empatía que la fotógrafa siente por estas mujeres que por distintas causas están en ese lugar.



Tanto la obra de Goded como la de Aridjis ha sido publicada. Si estás interesado en profundizar en el tema puedes acudir a la librería del Centro de la Imagen y con seguridad encontrarás las obras de estas dos grandes fotógrafas