martes, 29 de mayo de 2012

Recomendación: fotografía latinoamericana

Estimados alumnos,

Imagen captada en la mítica Comuna 13, de la ciudad de Medellín. Fotografía: Federico Ríos

Les recomiendo visitar el sitio electrónico del fotógrafo colombiano Federico Ríos, cuyo trabajo no sólo destaca por contener una estética visual donde se observa una búsqueda meditada de la composición de la imagen, sino, y como debe ser labor del repotero gráfico, por los temas de índole social que aborda en su trabajo.  De tal modo, naveguen por el sitio de este destacado fotógrafo y comenten sobre la labor de Federico en su propia bitácora.

Aqui mismo les publico la nota que acompañó a esta imagen para que le den una buenay meditada lectura:

Arriba en la Comuna 13, la guerra está que arde. Sin embargo, hay quienes tienen otros planes. Historia de un ejército rebelde.

Arriba la cosa está caliente. Más de veinticinco grados y Brooklyn no se ha despegado de nosotros. Vigila, echa ojo, está atento. Su misión es la de guiarnos al lugar de operaciones de Jhon Jaime Sánchez por esas calles ahogadas, levantadas entre el polvo y la escasez. Sabemos poco de Jhon Jaime, tan solo que es el líder de un ‘combo’ y que nos espera con todo un arsenal. Brooklyn no ha dicho mucho pero sugiere que allá, donde los techos sirven de tendederos y los ladrillos hacen formas irregulares que parecen casas, Jhon Jaime y sus pelaos están haciendo ruido, disparando al aire. El asunto es serio. Hay que apurar el paso porque lo suponemos, hay rumores: arriba, en el barrio Nuevos Conquistadores de la Comuna 13, el ánimo está caldeado, caliente. Muy caliente.
Brooklyn custodia pero no es solo el mensajero. El chico de piel mestiza y ropas anchas es otro de los duros: pertenece a una organización a la que llaman La Élite, en donde tiene inscrito su parche personal, Zinagoga, que pronuncia con la zeta marcada como si tuviera la lengua afilada. Así, menudito y de alias extranjero, el tipo tiene balas de alto calibre y dice ser infalible con ellas. Un tirador de los mejores. Se muere por usarlas, amenaza, va de aquí para allá alzando la voz para que nosotros, los forasteros, nos enteremos de que él no es solo el de “las vueltas”. Quiere descargarnos toda la munición que trae encima.

Algunas horas después saldríamos heridos de la 13.
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La tropa de Jhon Jaime está conformada por guerreros de piel oscura. Uno de los más pequeños es ‘Bombi’, de apenas 14, que llega todos los días a SonBatá, el nombre de este fortín, a pulir su puntería: es clarinetista y bailarín, y eso le basta para convertirse en un buen soldado. Un escolta de la vida. Uno menos para la guerra de la 13.

Bajo el alias de ‘Bombi’, Nelson Córdoba es uno de los primeros que se lanzan a la calle a emitir sus ráfagas de hip hop y chirimía. Sus balazos no amenazan. No temen, no callan. Encienden, eso sí, porque si en la prensa del día el titular es que allá en la 13 la cosa está caliente, calentura es lo que da.
En la calle, al ojo y al oído de todo el barrio, dos parlantes amplifican el sonido de la resistencia. “Si mi comuna suena y en sus entrañas lleva afro hip hop colombiano… siente la diferencia de nuestro color oscuro… África, Colombia, revolución…”, cantan los guerreros. Congas, redoblantes, tamboras alegres, platillos y un clarinete se unen en un ritmo negro, tradicional y agitado, que suelta todo su veneno al aire libre. Un tornamesa y un mezclador le dan pista a un sueño de supervivencia y la gente de la comuna baila, la gente de la comuna canta.

‘Bombi’ sonríe, siempre sonríe. Es parte de una corporación, una red, un colectivo. Allá arriba se deben buscar sinónimos porque el uso de la palabra “combo” en Medellín es exclusivo para los malandros, los pillos. SonBatá es un combo, sí, pero de la vida. Cargado de municiones, su arma es una sola: música al rojo vivo.

Los otros combos, los de la muerte, los que ahora hacen famosa a la Comuna 13 con sus proyectiles de miedo, tienen entre sus filas a pelaos casi de la misma edad de Nelson. Él lo sabe. La guerra en esta comuna es un juego de niños. Niños y adolescentes que estas y otras bandas dotan de armas para que se trinen de techo a techo a ver de quién es el territorio. “Las ráfagas van y vienen”, dicen los muchachos, acostumbrados. “Se matan entre ellos”.

Como lo reportó el mes pasado la Personería de Medellín en un informe de la Unidad de Derechos Humanos, “los grupos armados ilegales están conformados cada vez por más niños, niñas y adolescentes, ya que son más fácilmente influenciables y porque no generan mayores costos de sostenimiento económico para las agrupaciones”. Por su parte, las cifras del Instituto de Medicina Legal confirman que los menores son la población más vulnerable en la actual guerra de grupos ilegales que se disputan el respeto y esas fronteras invisibles que ellos mismos han trazado. Según el Instituto, el número de niños, niñas y adolescentes víctimas de homicidio en Medellín durante los tres primeros meses del 2010 fue de 50, mientras que en el 2009 en este mismo período fueron 21.

Muchos mueren antes de cumplir siquiera 17. Es la condena habitual, como lo asimila Jhon Jaime. En las calles de El Salado, Las Independencias, La Quiebra o Nuevos Conquistadores, su barrio, “el referente más cercano que tienen los jóvenes y los niños es el de alguien con un arma en la mano. Es la imagen de la muerte y la desesperanza. Es la desigualdad social. Es no tener oportunidades ni qué comer en la casa”. Por eso él, un joven de voz poderosa, hábil con el saxo y el clarinete, decidió armar su propia guerra y reclutar a algunos soñadores: “SonBatá es una respuesta musical, filosófica e ideológica a un barrio, a una comunidad donde es más fácil tener un arma que un instrumento musical, en donde es casi imposible fantasear con ser un gran artista”.

A su escuela de formación acuden hoy más de cien fugados de la guerra. Todos llegan allí con soledades profundas. Con preguntas. Desarraigados y llenos de miedo. Sin embargo, en esa casa calurosa y pequeñita donde se reúnen hay alegría. Allí, unos bailan, otros se entregan al bajo o a la guitarra, otros rapean y unos más osados le jalan a la música tradicional. Encontraron la salida. Como dice Jhon Jaime: “La respuesta es sí: se puede ser artista, se puede ser grande. Se puede soñar”.
Jhon tiene 25 años y lleva seis enseñando, replicando aquello que aprendió en un diplomado de formación cultural juvenil que, asegura, le cambió la vida. “La guerra aquí tuvo su mayor apogeo en el 2002. Era brutalsísima. Veíamos jóvenes muertos todos los días. Era un gran círculo vicioso, porque es a ellos a los que mandan a matar y son ellos los que matan. ¿Cuándo iba a parar? Esa era nuestra pregunta de todos los días. Así que decidimos tomar las cosas por cuenta propia y sacar a los que más pudiéramos de esa guerra. Nuestra meta era que dejaran de disparar”.

Nelson, el único clarinetista de la orquesta, sonríe. En su pecho hay esperanza. Por eso toca como si el aire en sus pulmones fuera inagotable. Toca para que lo escuchen aquellos que han vuelto a manchar de negro la comuna. Toca para que el luto que ronda sus cuadras no le toque a él también la vida.
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Su nombre honra al condado de Nueva York: Brooklyn, “Ciudad de Reyes”. No por el rey Carlos II de Inglaterra al que debe su nombre, sino por aquellos hombres de raza negra y voces como cañonazos que nacieron en ese barrio norteamericano: los raperos, los dioses del fraseo gringo que se le revelaron a este Brooklyn paisa cuando era apenas un niño. Y sí, aunque tiene pocas alhajas, él bien podría ser un rey. Pero sabe que los reinados en la 13 suelen durar poco. Eligió entonces ser un príncipe de nombre pomposo y soltar todos sus cartuchos en la 13. Y es lo que hace por fin, comenzar a disparar su letal fraseo, antes de revelarnos cómo y por qué la música lo redimió.

Este rapero de 26 años, militante de esa red de artistas y formadores que tiene acción en toda la comuna, la Élite Hip Hop, se considera un ejemplo en un millón. “Todos los de mi parche ya están muertos o viven en la calle. Lo que a mí realmente me salvó es que siempre tuve un sueño: grabar una canción”. Y la grabó, como ha grabado muchas con su Zinagoga Crew, el grupo que formó en el 2003 y con el que luego se alió a la red, porque su historia resumía la de un olvidado. Uno como tantos otros allá en la comuna: llenos de sueños pero al fin de cuentas abandonados.
Brooklyn dice que para nadie es un secreto que el rap permite pronunciarse políticamente y denunciar los acosos que vive la población, en este caso la suya, la 13. Por eso sus letras están heridas, son amargas: “Trece… los niños aprendiendo lo único que hay, disparar. Puedes ver cuántos hemos perdido de nuestro lado… lágrimas que rostros manchan. Tumbas marcadas por el fuego, negadas”. En esta Tierra de nadie, como tituló su canción, aún vive el fantasma de la Operación Orión. Ese oscuro episodio al que Brooklyn sobrevivió.
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Nadie parece comprender por qué los días normales en esos barrios eran días de luto. Nadie sabe con certeza cuántos fueron los heridos y los torturados. Cuántos los silenciados y los desaparecidos. “Nadie sabe qué se siente hasta que sucede”, dice el castigo lírico del C.E.A., el Comando Élite de Ataque, una de las agrupaciones precursoras del hip hop en la Comuna 13 y fundadora de la Élite, recordando aquel capítulo que manchó de rojo la montaña, la loma que hoy cubre con polvo la sangre de los muertos. De los cadáveres sin nombre que fueron enterrados en fosas comunes.
Los sobrevivientes nombraron aquel año, el 2002, como el ‘Año de la guerra total’ en la Comuna 13. “Los niños se acostumbraron a ver muertos”, recuerda Jhon Jaime. Pero ese dolor que cargan desde hace casi ocho años los habitantes de esta tierra no ha cedido, no ha cambiado. Ellos lo llevan y lo recuerdan, porque es lo único que les permite ser imbatibles.

El Comandante Cronos, otro de los líderes acorazados de la 13, rapero del C.E.A., también lo lleva y lo recuerda. Y por eso, quizá, lo canta: “Sobreviviendo en el barrio donde se escuchan disparos, donde se muere la gente por culpa de algunos cuantos. El terror en mi comuna hizo parte del pasado. Son amargos recuerdos, corazones afectados”. Como el de Brooklyn, su canto fue motivado por la Operación Orión: “Fue mi inspiración sobrevivir en aquella tierra; comunas como la 13 son sinónimo de guerra”.

Fueron cuatro días en los que reinó el horror. Aún atrincherados bajo sus camas, los civiles caían. Tras largas horas de combates, salieron a sus ventanas y techos con sábanas y camisetas blancas a pedir que cesaran, que entre las balas de la guerrilla y las Fuerzas Militares gente indefensa moría. Así lo recuerdan Jhon Jaime y Cronos: en ese intento del Estado por quitarles la hegemonía a las milicias urbanas, la comuna quedó otra vez marcada, vista por el mundo como un campo de guerra. Nunca llegó la paz. En vez de eso, las calles estaban otra vez malditas, inundadas de desesperanza.
Aquel ataque militar que buscaba restituir el orden exacerbó el miedo y dejó el camino libre para que un ‘don’ entrara y gobernara: Diego Fernando Murillo, ‘Don Berna’, jefe del bloque paramilitar Cacique Nutibara. Así lo denunciaron muchas organizaciones de Derechos Humanos y lo hizo Adriana Arboleda, de la Corporación Jurídica Libertad, en el documental sobre el drama de las desapariciones que sobrevinieron a la Operación Orión, Desenterrando la verdad: “Durante la operación y posterior a ella, hubo una intencionalidad de la Fuerza Pública por garantizar el accionar paramilitar en la zona (…) Teníamos 12 bases militares del Ejército, de la Policía, patrullaje constante, presencia de inteligencia militar y, sin embargo, ¿cómo se puede explicar que se expandiera el bloque Cacique Nutibara por toda la zona? Ahí hubo una connivencia y un trabajo conjunto entre la Fuerza Pública y los paramilitares”. Una versión que confirmó el mismo ‘Don Berna’ ante la Corte del Distrito Sur de New York en marzo de 2009, luego de su desmovilización y posterior extradición a Estados Unidos: “Las fuerzas de autodefensa llegaron a la Comuna 13 como parte de la alianza con la Cuarta Brigada, incluyendo a los generales Mario Montoya, del Ejército, y Leonardo Gallego, de la Policía”. Hasta hoy, las versiones del don, así como las de las ONG de Derechos Humanos, han sido negadas reiteradamente por el Gobierno.

Sin embargo, dicen los vecinos que después de Orión, los ‘paras’ ajusticiaron a todo aquel que, según ellos, trataba con la guerrilla. De repente los barrios estaban llenos de enemigos… y de silencio. ‘Don Berna’ declaró que durante los meses posteriores fueron más de cien los asesinatos selectivos, las desapariciones forzadas, las víctimas desmembradas. El bloque Nutibara enterró a los muertos en las laderas de la propia comuna, bajo basura y tierra, en una tenebrosa fosa común a la que allá arriba todos conocen como La Escombrera.
De muchos desaparecidos no se sabe nada todavía.
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A muchos los amilanó el plomo y las condenas a muerte. Pero no a ellos. “La red Élite Hip Hop se conformó en medio de operaciones militares (Orión y Mariscal) sin precedente alguno en el país porque tuvieron implícita la participación de la Fuerza Pública, los paramilitares, la Policía y la guerrilla. Una situación que desencadenó un sinnúmero de violaciones de Derechos Humanos a la población civil, el irrespeto al Derecho Internacional Humanitario y la estigmatización social hacia la población de la Comuna 13”.

Ese es el manifiesto de guerra de las 23 agrupaciones que integran la red, entre ellas Comando Élite de Ataque, Zinagoga y C15. Un impulso para armarse y combatir, como lo afirma Jeihhco Castaño, uno de los gestores culturales más pesados de la 13 y cabecilla innegable de la Élite: “Sabemos que nuestras canciones suenan más fuerte que el tronar de los cañones. Cada rapeo opaca el ‘bum’ de una granada. Por eso nos resistimos a sentir que una bala es más poderosa que un sueño. Nuestro ejército es valeroso y nuestras armas no fallan: un lápiz, un micrófono, un aerosol, un tornamesa y un sinfín de argumentos que nos impiden decaer, que nos impiden rendirnos”.

Los briosos de la red Élite Hip Hop conocen los muertos pero no el silencio. Ellos han sentido el enojo, las bombas y el acorralamiento de esa guerra política de hace unos años, y lo viven hoy cuando los ilegales matan y se matan por el territorio. Así que tienen clara su misión de rescate: “Hemos puesto a muchos jóvenes a escuchar y a hacer hip hop. Descubrimos que es una opción de vida. El rap, el grafiti o el break les dan a los jóvenes coraje y tolerancia. Aunque algunos todavía siguen confundidos, estamos regando nuestras ganas de vivir y nuestro deseo de ser libres sin chocar con los derechos del otro”, afirma Cronos.

La música se convirtió en la 13 en una gran revolución, en una Revolución sin Muertos, como nombró la Élite a su festival de hip hop, ese mismo que conmemora esas fechas dolorosas para la comuna, para la ciudad. “Se perdieron muchas vidas civiles y militares, y por eso quisimos hacer una revolución pacífica desde la música y sembrar conciencia”, asegura el Comandante. Para Jeihhco, el festival es “una oportunidad de comunicar la realidad de la Comuna 13, de proyectar a los hoppers como actores de un conflicto y no como seres neutrales. Nosotros, con este festival, somos voceros de realidades”.

Los raperos de la 13 dicen que todos han llorado. Todos han perdido a alguien. El año pasado mataron a Kolacho, de apenas 20 años, amigo entrañable de Jeihhco y escritor de sueños en la agrupación C15. Jeihhco no oculta su dolor ni su rabia, pero rápidamente se repone, pues asegura que aunque no puede siquiera enumerar todo lo que la violencia le ha robado, le agradece a esa dama oscura y asesina por haberle quitado también el miedo: “La violencia ha hecho que digamos que sí somos capaces de afrontarla y resistir, porque la música es nuestro escudo, nuestra espada. Los violentos tienen otras armas pero nuestro fuego no quema cuero, no quema piel. Nuestro fuego es la música y la música quema corazones”.

Para muchos extranjeros, la noche en la Comuna 13 de Medellín es sinónimo de miedo. Dicen que de esas lomas siempre se baja herido, y a nosotros, antes de que se volviera todo negro, ya nos habían pegado varios tiros a quemarropa. Brooklyn, Jhon Jaime, Jeihhco y Cronos nos dieron con todo su coraje. Sin embargo, aún faltaba un último cartucho.

Nelson, el peladito de 14 que ya había usado su clarinete para demostrar que era hábil con el ritmo, quería dejar claro que también sabía bailar. Así que se montó en el techo de la casa de SonBatá con uno de sus compañeros, pidió pista al dj y bailó. Bailó como si estuviera en un gran escenario y su público fueran miles.

Pero lo único que se veía desde aquel techo era la carencia. Esas calles polvorientas, profanadas por el odio y enlutadas por la sangre de las víctimas. Esas casas armadas con desidia en donde habitan los fantasmas de los desaparecidos. Esos barrios en donde la muerte ha sido pan de cada día.
Allá, en medio de tantísimo dolor, ‘Bombi’ bailaba a la luz de la tarde caída.

Y todavía le brillaba la sonrisa.

Construyendo una nueva narrativa




Para ir construyendo una narrativa con nuestras imágenes, es preciso atender el trabajo del fotógrafo norteamericano Marcus Bleasdale, quien se enfoca en temas sociales de gran impacto y utiliza las nuevas tecnologías para construir sus relatos. De tal modo, ustedes pueden observar la reunión de la fuerza informativa y estética de las imágenes de este autor, junto con el sonido ambiente y las entrevistas, todo ello nos da como resultado la animación de un tema de carácter periodístico, con una gran fuerza narrativa, donde lo visual y lo auditivo se dan la mano. De tal suerte, tomen como ejemplo el trabajo de este fotógrafo para construir sus propios documentales.

viernes, 18 de mayo de 2012

Historia del Fotoperiodismo en México

La historia de la fotografía de prensa en México está ligada al desarrollo de la industria periodística. Tras el periodo revolucionario, en las primeras décadas los reporteros gráficos que vendían sus imágenes a la agencia de los Hermanos Casasola, fundada en 1911, se encargaron de documentar la creación del estado moderno con sus instituciones políticas y sociales, además de las traiciones entre los diversos grupos que detentaban el poder político. Al igual que la llamada paz porfiriana exigió en su momento la adhesión incondicional de los medios de información, el estado revolucionario pronto demandó lo mismo. La prensa industrial se plegó a las demandas de los gobiernos en turno y la disidencia sólo se podía observar en las publicaciones marginales.


Al irse creando las instituciones políticas y sociales del méxico posrevolucionario el estado demandó una iconografía que le permitiera vincularse con las demandas de los líderes de la revolución. De tal modo, el partido en el poder y los políticos en turno comenzaron a utilizar las imágenes de Madero, Carranza, Villa y Zapata -principalmente-, para que la gente los relacionara con los más altas aspiraciones de la lucha social.


Durante las primeras tres décadas del siglo XX, los reporteros gráficos, comandados por los Hermanos Casasola, captaron el panorama de la construcción del estado moderno. En 1936, los Hermanos Mayo, exiliados españoles, llegaron a modernizar la actividad periodística tanto en técnica como en composición. Sus tomas son fundamentales para comprender la cuarta y quinta década del siglo XX en México.


Tras ese periodo, las figuras de Héctor García y Nacho López dominan el escenario de la fotografía de prensa, por medio de su compromiso social y sus construcciones visuales. De Héctor García son memorables las gráficas del conflicto ferrocarrilero de 1959 y de Tlatelolco en 1968. El niño en el vientre de concreto es otra de sus imágenes memorables, y daba cuenta del abandono de los infantes que llegaban a vivir a la ciudad de México.  Por su parte, Nacho López comenzó a crear composiciones que daban cuenta de la posibilidad creativa del artefacto fotográfico. La serie Venus se va de juerga, es un gran ejemplo de su búsqueda creativa. 


 Fotografía: Héctor García
 
Serie La Venus se va de juerga, de Nacho López

Héctor García y Nacho López fueron los dos grandes paradigmas bajo los cuales se formaron los reporteros gráficos de la década de los sesenta. Entre ellos se debe mencionar a Rodrigo Moya y a Pedro Meyer, posteriormente vino Pedro Valtierra y el grupo de fotógrafos que trabajaron en el diario UnomásUno y posteriormente en La Jornada, donde destacó la presencia de Frida Hartz, Elsa Medina y Raúl Ortega, entre otros. 




 Fotografía: Elsa Medina

 Fotografía: Elsa Medina

 Frida Hartz, fundadora del diario La Jornada

Podemos afirmar que fue en los diarios UnomásUno y posteriormente en La Jornada donde se forjaron muchos de los grandes fotógrafos de prensa con los que contamos actualmente. Muchos de ellos hicieron la cobertura gráfica de eventos que marcaron al país. La década que va de 1984 a 1994 fue de grandes acontecimientos, de tragedias, de insurrecciones sociales y políticas, tales como la explosión de la gasera en San Juanico, el terremoto de 1985, el nacimiento del Frente Democrático Nacional, en 1988, el sexenio de Salinas de Gortari y el fin del partido único y el surgimiento del EZLN en Chiapas. Todos esos acontecimientos fueron objeto de la cobertura de estos fotógrafos y muchos ellos nos legaron imágenes memorables que dan cuenta de las luchas cívicas del pueblo mexicano.


Fotografía: Raúl Ortega

 Fotografía: Raúl Ortega
 

lunes, 23 de abril de 2012

Aridjis y Goded, la mirada de dos grandes documentalistas

En esta entrada les publico algunas imágenes de dos destacadas documentalistas, ambas mexicanas. Cualquier estudio serio de la fotografia mexicana tiene como obligación abordar la aportación de las mujeres en el desarrollo del fotoperiodismo y del trabajo documental. El trabajo visual desarrollado por Tina Modotti, Lola Álvarez Bravo, Graciela Iturbide, Flor Garduño es el antecedente de las nuevas generaciones de fotógrafas como Maya Goded, Patricia Aridjis, Daniela Edburg, Dulce Pinzón y Lizeth Arauz, entre otras destacadas exponentes.

Las primeras fotografías pertenecen al documental que Maya Goded elaboró con las prostitutas del barrio de la Soledad en la Merced. Para elaborar este documento visual Maya convivió con estas mujeres, las escuchó, conoció de cerca sus carencias, sus preocupaciones; no las juzgó, no es el papel del documentalista. En las imágenes se observa cierta empatía con los personajes.



Horas Negras, obra gráfica donde se documenta la vida de las reclusas, fue un trabajo elaborado por Patricia Aridjis. Ella acudió por años al penal femenil para captar el día a día de estas mujeres. Aqui también se observa la empatía que la fotógrafa siente por estas mujeres que por distintas causas están en ese lugar.



Tanto la obra de Goded como la de Aridjis ha sido publicada. Si estás interesado en profundizar en el tema puedes acudir a la librería del Centro de la Imagen y con seguridad encontrarás las obras de estas dos grandes fotógrafas

viernes, 20 de abril de 2012

Breve historia de la fotografía en la prensa


La explosión del Hinderbug en Nueva York. Foto: Sam Shere. Año 1937
 
Cuando en 1839  el gobierno francés le otorga a Daguerre la patente del proceso por el cual se podía obtener y fijar una imagen en un material sensible, pasaron todavía algunos años más para que las publicaciones periódicas pudieran hacer uso de la fotografía. Beaumont New Hall señala que fueron las revistas ilustradas semanales donde se publicaron las primeras imágenes. Esas revistas ya le daban más importancia a las imágenes que al texto y en su momento se conocieron como la prensa ilustrada. La mayor parte de las ilustraciones consistían en grabados en madera.
Se afirma que fue el diario ilustrado de Leipzig el primero en publicar dos fotografías instantáneas en su edición del 15 de marzo de 1884. Dichas imágenes daban cuenta de las maniobras del ejército alemán. En ese entonces, la técnica de impresión impedía que la fotografía formara parte habitual del trabajo periodístico. En 1886, Paul Nadar publicó 21 fotografías de una entrevista con el científico francés Eugéne Chevreul en Le Journal Illustré.
Las primeras décadas del siglo XX fueron testigos mudos de la aparición de numerosas revistas ilustradas tanto en Alemania como en otras partes del mundo. Los avances tecnológicos en el área de impresión permitieron que la imagen fotográfica formara parte habitual del quehacer periodístico. De acuerdo a Beaumont New Hall fue la Illustrated American la primer revista en utilizar fotografías exclusivamente.
Para que la fotografía se difundiera masivamente en los diarios y otras publicaciones periódicas fue preciso que se inventara el llamado medio tono (1878), que es una técnica de impresión de imágenes en puntos negros y blancos. La idea de traducir los semitonos mediante una red o trama que segmenta la imagen en infinidad de pequeños puntos se debe a Fox Talbot, sin embargo fue Frederick Ives quien propuso un proceso de tramado que adaptaba la reproducción de los grises al relieve tipográfico. De acuerdo a Marie Loup –Sougez fue el alemán George Meinsebach quien en 1882 patentó un procedimiento que se difundió rápidamente y que conseguía la ansiada impresión simultanea del texto y la imagen.
De tal modo, Sougez indica que fue el New York Graphic en 1880 el primer diario en presentar una ilustración fotográfica directa con la técnica del semitono. Para Sánchez Vigil, fue el New York Times el primer diario en utilizar la fotografía como parte de su labor editorial. En 1896 publicó un semanario que incluía muchos reportajes gráficos.
En el Manual de fotoperiodismo, retos y soluciones, Ulises Castellanos afirma que fue Emilio G. Lobates el primer fotógrafo de prensa en México. Para 1894,  El Mundo Ilustrado de la ciudad de Puebla, fundado por Reyes Spíndola, logra publicar la primer fotografía. Otro diario de Reyes Spíndola –El Imparcial- transformó por completo al periodismo mexicano al utilizar con mayor frecuencia a la imagen fotográfica.Durante el periodo revolucionario, los míticos hermanos Casasola fundaron en 1911 la primer agencia mexicana de Fotografía.

miércoles, 21 de marzo de 2012

La tesis del instante decisivo y la fotografía construida en la imagen fotoperiodística




Como hemos discutido en clase, la fotografía de prensa se puede analizar desde dos posturas: la del instante decisivo -tesis postulada por Henri Cartier Bresson- o bien, la fotografía construida, donde el fotógrafo interviene para crear una puesta en escena.

La tesis de Cartier Bresson dominó por muchos años el quehacer del reportero gráfico. En el gremio se salía a las calles a buscar con afán ese instante decisivo, esa foto cándida que gracias a la "composición natural" de los objetos, la luz y las personas, nos permitiera obtener esa imagen conmovedora. La intervención del fotógrafo era mínima, tan sólo tenía que disparar el artefacto para obtener esa imagen deseada. Al menos eso se pensaba.



Henri Cartier Bresson, 1932
BELGIUM. Brussels.

Henri Cartier Bresson, 1932
FRANCE. The Var department. Hyères.



Henri Cartier Bresson, 1932
FRANCE. Paris. Place de l'Europe.



Como lo hemos analizado previamente, en el ámbito del fotoperiodismo se le demanda al fotógrafo la no intervención, la captura de los hechos sin mediaciones de ninguna clase, lo cual es prácticamente imposible.
Para comprender el trabajo del reportero gráfico es preciso reflexionar que la labor de este profesional ha estado sujeta a los códigos deontológicos del periodismo, y su quehacer ha consistido en tratar de aprehender la "realidad", con objetividad e imparcialidad. Esa es la ontología de la fotografía de prensa.


Sin embargo, el reportero gráfico no es sólo el operador de un artefacto, es un creador que decide el encuadre, el ángulo, el momento decisivo para oprimir el disparador, etcétera. Hoy reconocemos que las demandas de los códigos deontológicos de la profesión además de constituirse como una serie de aspiraciones utópicas, han sido también un dique para la expresión del fotógrafo. La prensa, como afirma el investigador catalán Héctor Borrat, es un actor político puesto en conflicto con otros actores de su sistema político. Editores, reporteros y fotógrafos construyen la realidad mediante la agenda noticiosa. La tarea del reportero es intencional.



Henri Cartier Bresson, 1947
INDIA. Kashmir. Srinagar. 1948. Muslim women on...

Henri Cartier Bresson, 1934
MEXICO. Mexico City. Prostituées. Calle Cuauhtémoc.


Por otra parte, sabemos que con el fin de obtener una imagen que pueda conmocionar al lector de un diario o revista, algunos fotógrafos intervienen en el proceso de creación de la imagen; es decir, hay una puesta en escena que favorece más a la actividad estética que a la informativa. Como diría Baeza, los préstamos interartísticos y el derrumbe de las fronteras genéricas ocasionan que veamos imágenes de prensa con la cualidad de lo estético, y viceversa.

De tal modo, ni mediante la imagen cándida ni mediante la fotografía construida podemos obtener una imagen objetiva, imparcial, pura. La imagen puede parecer veraz sin ser verídica.
Los investigadores Juan Pablo Aguilar y Ángeles Eraña indican que "es común exigir al fotoperiodismo que las imágenes que nos presentan sean veraces y objetivas". En el artículo

Los problemas ontológicos y epistemológicos en el fotoperiodismo. Veracidad y objetividad 1, ambos autores cuestionan dicha postura al afirmar que para ellos no hay veracidad en la fotografía porque existen demasiadas facetas de la realidad y porque ningún fotógrafo puede observar al mundo sin el matiz de sus intereses, de su ideología, en fin, de sus filias y fobias.
De tal modo, ustedes tienen que llevar a cabo un resumen de las reflexiones que llevan a cabo Aguilar, Eraña, Molina y Mraz y publicarlo en su propia bitácora- Todos los textos los encuentran en Ética, poética y prosaica. Ensayos sobre fotografía documental, gran obra coordinada por Ireri de la Peña y publicada por la editorial Siglo XXI.


Sus reflexiones sobre la objetividad, la imparcialidad y la veracidad en la fotografía de prensa deben contener ejemplos de la actualidad periodística a manera de ilustración. Sus textos deben tener la extensión de una cuartilla, es decir, al menos seis párrafos de cinco a seis líneas cada uno.Los investigadores Juan Pablo Aguilar y Ángeles Eraña indican que "es común exigir al fotoperiodismo que las imágenes que nos presentan sean veraces y objetivas". En el artículo Los problemas ontológicos y epistemológicos en el fotoperiodismo. Veracidad y objetividad 1, ambos autores cuestionan dicha postura al afirmar que para ellos no hay veracidad en la fotografía porque existen demasiadas facetas de la realidad y porque ningún fotógrafo puede observar al mundo sin el matiz de sus intereses, de su ideología, en fin, de sus filias y fobias.

De tal modo, ustedes tienen que llevar a cabo un resumen de las reflexiones que llevan a cabo Aguilar, Eraña, Molina y Mraz y publicarlo en su propia bitácora- Todos los textos los encuentran en Ética, poética y prosaica. Ensayos sobre fotografía documental, gran obra coordinada por Ireri de la Peña y publicada por la editorial Siglo XXI.


Sus reflexiones sobre la objetividad, la imparcialidad y la veracidad en la fotografía de prensa deben contener ejemplos de la actualidad periodística a manera de ilustración. Sus textos deben tener la extensión de una cuartilla, es decir, al menos seis párrafos de cinco a seis líneas cada uno.


Arturo Ávila Cano


_________________________
1) Ireri de la Peña Ética, poética y prosaica. Ensayos sobre fotografía documental. México. Editorial Siglo XXI, 2008

jueves, 29 de septiembre de 2011

El fotoperiodismo según Pepe Baeza

El maniquí loco. Fotografía tomada del diario El país el 28 de noviembre de 2010 
y comentada por Juan José Millás


De acuerdo con Pepe Baeza, la fotografía de prensa se particulariza por ser aquella imagen que se publica en las páginas de diarios y revistas que forma parte del contenido editorial, no del contenido persuasivo, en éste campo se encuentran aquellas imágenes de índole publicitario. La imagen de prensa está ampliamente vinculada con la veracidad, mientras que la segunda -la imagen publicitaria- crea artificios visuales para incidir en el gusto y en los hábitos de compra del lector. De tal modo, Baeza observa que en el periodismo existen dos tipos de imágenes: la fotografía de prensa y la fotoilustración.

En la fotografía de prensa se abordan cuestiones coyunturales de índole social, política, económica, deportiva, del mundo del espectáculo, etc. Entre tanto, en la llamada fotografía documental, que atiende también a situaciones verídicas, el fotógrafo trabaja sobre cuestiones estructurales, como la pobreza, la falta de servicios básicos, tradiciones, costumbres, etcétera. Es decir, este tipo de imagen no está supeditada a la información coyuntural de la prensa.